Las
219.707 hectáreas que tiene el parque nacional Llanganates siempre están
cubiertas por un velo de misterio que se remonta a la época de la Conquista
española en América.
Así
es el lugar. Un sitio inhóspito para el ser humano pero lleno de historia y con
una gran biodiversidad, cuya mayoría de animales está en peligro de extinción.
La
historia nace en la Conquista española. En 1532, cuando Atahualpa es
secuestrado en Cajamarca, él ofreció pagar un cuarto lleno de oro para
recuperar su libertad. El encargado de recopilar el metal fue Rumiñahui, quien
pagó parte del rescate y al enterarse de la muerte del caudillo inca, escondió
el resto.
La
cumbre más alta tiene 4.571 metros sobre el nivel del mar (msnm), donde existe
un cráter que está lleno de agua y es allí donde está el tesoro.
La
cordillera era una de las vías de comunicación y comercio más antiguos y
estratégicos que existieron entre las hoyas interandinas y la Amazonia, como lo
demuestran los hallazgos arqueológicos. El nombre Llanganates proviene de la
voz quichua llanganati o cerro hermoso. Los antiguos habitantes la bautizaron
así por la apariencia de las cumbres cuando el sol de la tarde las ilumina.
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