Un amor que termina en tragedia.
El nombre de la joven mujer que yacía en la tumba elegida, no le era desconocido. Juan y ella habían mantenido un romance. Pero para él no fue algo importante, mientras que para la muchacha fue un dulce ensueño de amor quebrantado cruelmente, por la traición de su amado. El dolor de ese acontecimiento le llevó a quitarse la vida.
Por la noche todos se reunieron a las afueras del cementerio, Juan trepó con facilidad el muro y se dirigió hasta el sitio indicado. En su camino pensaba en la terrible condena que enfrentaba todas las almas que cometían el pecado mortal de suicidarse, así lo había escuchado tantas veces en más de una leyenda.
Encontró la tumba y sin tardar, empezó a clavar, al mismo tiempo que pedía perdón por el daño que había ocasionado. Inmediatamente después de terminar su misión, se dispuso a emprender una apresurada huida, pero no pudo moverse, sentía que lo sujetaban fuertemente de su capa y sus esfuerzos por escapar fueron inútiles.
El amanecer ya estaba dando luz al cielo quiteño, pero Juan no salía; el grupo de compañeros que esperaban afuera del cementerio decidió ir a buscarlo. Cuando llegaron, encontraron a Juan inmóvil junto a la tumba, su rostro reflejaba terror y desesperación. Juan estaba muerto. En un principio pensaron que el alma de la joven cobró venganza por las acciones del muchacho. Pero, uno de sus compañeros notó que la capa del desafortunado, estaba fijada al clavo sobre la lápida.
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