Ser estudiante en la antigua ciudad de Quito, no solo se trataba de mantener buenas calificaciones , además debía ser respetuoso, buen cristiano, buen hijo y lucir una apariencia impecable. Según la leyenda quiteña, la capa del estudiante, era una característica que no podía faltar.
Los vecinos de Quito encontraban cierto deleite y hasta sentían la autoridad de juzgarlos. Los maestros de la época eran los que más exigían, este estilo casi perfecto de vida estudiantil.
Cuando el final del año se acercaba, todos estaban nerviosos pensando en que debían rendir los últimos exámenes de su año lectivo. Pero a Juan, no solo le preocupaban sus notas, también pensaba en el triste estado en que se encontraban sus botas y la falta de recursos para poder reemplazarlas. Sabía que no podría presentarse así a los exámenes finales, imaginaba las críticas de las vecinas y los severos regaños que recibiría de sus maestros.
No faltaban los consejos de sus amigos que le sugerían vender o empeñar su capa. Pero esto no era una opción, la capa era el símbolo del estudiante.
Mientras tanto, el p.rotagonista de esta leyenda quiteña, se mostraba abatido y pensativo, era la víctima perfecta para un grupo de compañeros que pensando en hacerle una broma, le propusieron un siniestro desafío que finalizaría de la forma menos esperada. Se acercaron al preocupado alumno y le ofrecieron unas monedas que solucionarían su problema, a cambio de que demostrara su valentía. Debía ir al cementerio de El Tejar, a las doce de la noche,llegar hasta la tumba de una mujer que se quitó la vida, y colocar un clavo en la lápida. Juan sin pensarlo demasiado, aceptó el reto; al fin podría comprarse las botas que tanta falta le hacían
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